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miércoles, 11 de junio de 2014

Manifestación E004 Importancia del Servicio Militar para la Patria



Considero que uno de los deberes primigenios para con la patria es que, todo ciudadano ecuatoriano, en su momento, debería cumplir con honor y decisión el servicio militar, hoy “Servicio cívico militar voluntario”, noble actividad, que brinda al joven la oportunidad, única en su vida, de que a los 19 años de edad se separe temporalmente de su casa, de su familia, amigos, barrio, pueblo, entorno y salga a conocer otros lugares de su amada patria.

Esta provechosa e invalorable separación familiar, inicialmente muy dura y difícil, permitirá al joven reconocer, percibir y valorar a sus seres queridos, especialmente a su madre quien con su ternura y amor de siempre lo recibía cada día en su casa, a su padre que con la rectitud del hogar obligaba al cumplimiento de las normas sociales y familiares, que tantas veces incomodaban al joven adolescente. Llegará a valorar en mayor dimensión a sus amigos, sus vivencias y actividades que se desarrollan en dicha edad.

Aprenderá a apreciar aún más, su entorno, familia, amigos y las comodidades propias de su hogar; incluso las tediosas obligaciones escolares necesarias para que sea un profesional prometedor en el futuro. Descubrirá que es capaz de hacer cosas que posiblemente en su hogar no las realizaba ni realizaría nunca.

La disciplina militar, un tanto difícil al inicio, le impactará gratamente al joven bisoño; el estricto control y restricciones que experimentará durante el cumplimiento de su deber cívico y patriótico de ser un soldado de su patria, le incomodarán al principio; mas el joven ecuatoriano sentirá paulatinamente que, su permanencia con los soldados profesionales de su país, es mucho más provechosa de lo que la mayoría de conciudadanos consideran, especialmente aquellos que no han cumplido con esta obligación sagrada para con su país.

Evidenciará que en ninguna institución de la república, en ningún colegio ni universidad se guía y ofrece, en forma pragmática, la enseñanza de cómo templar y fortalecer su espíritu, su carácter y capacitarse para enfrentar la difícil vida contemporánea, con los problemas y desafíos que requieren más de una actitud espiritual y de decisión, que de otros recursos, que le enseña el cuartel militar, que se constituye en el templo de virtudes, cualidades, principios y valores cívicos y patrióticos de la nación y del amor por la patria.

Este privilegiado joven ecuatoriano, evaluará y medirá sus capacidades y limitaciones físicas, morales, psíquicas, espirituales e intelectuales, en el corto tiempo de preparación que transcurrirá en el recinto militar. Comenzará a comprobar su nivel de resistencia física ante situaciones adversas y rigurosas, propias de las exigencias de un hombre de armas e irá forjando, poco a poco, su cuerpo, su carácter, personalidad y espíritu cívico y patriótico, para terminar con un consciente sentimiento de amor a su patria.

Cuando la mayoría de los padres piensan en la proximidad de la hora en que su hijo, en edad militar, debe presentarse a cumplir con el sagrado deber del servicio militar, para retribuir orgulloso y desprendido a la patria que lo vio nacer, comentan equivocadamente sobre el tiempo y estudios que “perdería” al acudir al cumplimiento de esta obligación cívica, como todo buen ciudadano ecuatoriano.

No es que el joven vaya a perder el tiempo ni que truncaría sus estudios superiores, al contrario, va a aprender y a ganar muchísimo, desde todo punto de vista de una formación integral, pasando de un grado de inmadurez psicológica, propia de la edad, al de un grado de madurez emocional más definida y madura, llegando a la fortaleza física e intelectual que desarrollará durante el transcurso de su periodo de formación militar, para concluir con un alto grado de conciencia y sentido sobre el amor, respeto y responsabilidad cívica para con su patria, la sociedad y la familia.

Este joven ecuatoriano va a complementar en este periodo de su vida, su formación integral como un ciudadano digno, generoso, sin temores y sin egoísmos. Aprenderá a caminar durante el día, en la penumbra y en la noche, con sol, con lluvia, con frío, por las pintorescas geografías de su patria. Tomará contacto con ciudadanos humildes y más necesitados que habitan en los lugares más recónditos del territorio nacional, en los que el joven militar tendrá la oportunidad de servir. Patrullará y vigilará, para garantizar la paz, la tranquilidad y la seguridad que sus hermanos civiles requieren, para impulsar el fundamental desarrollo de la nación.

Para aquellos padres que hicieron esa tan recordada y querida conscripción, siéntanse orgullosos y felices, por la suerte que tendrá su hijo de salir favorecido para cumplir con tan importante responsabilidad cívica y patriótica. Y si no, recuerden cuando ustedes la cumplieron; cuéntenle, sin tapujos ni resentimientos sobre los beneficios intangibles que esta experiencia militar les ha brindado en su vida, hasta el presente, a ustedes respetables padres de familia.

Quienes no hayan cumplido con este noble y sagrado deber patrio, no sabe lo que son las exigencias físicas, psíquicas y mentales extremas, no saben de las largas jornadas de aprendizaje de técnicas y táctica militares recibidas desde las primeras horas del día, no saben de las guardias en las noches frías o sofocantes, de las largas y agotadoras marchas bajo la lluvia o un incandescente sol, que templan el carácter y el cuerpo del joven ciudadano.

El varón que no ha pasado por un cuartel del Ejército ecuatoriano no conoce del fiel cumplimiento del deber militar, forjado en pistas de entrenamiento para el combate o en los lejanos e inhóspitos destacamentos ecuatorianos de frontera. No comprende lo que se siente al disparar las armas de la patria en los “polígonos y pistas de tiro” durante el sublime entrenamiento para la defensa del honor y dignidad nacional.

Así es como un joven ciudadano consciente y decidido, continúa amando a su patria grande e inmortal, para saber defenderla con heroísmo, en una inesperada conflagración bélica o luego de su formación castrense, desde la trinchera del profesional digno, honrado, noble y competente. Así de idealista y grande debe ser el joven ecuatoriano que realmente ama y respeta a su patria.

En un cuartel militar no sólo se prepara al ciudadano para la guerra, sino también para cumplir misiones de solidaridad, desarrollo, seguridad ciudadana, respeto a la democracia, mantenimiento de la paz. Para que su formación como hombres de bien, valerosos y decididos, se vea acrecentada con esta noble y rigurosa experiencia. Primordialmente se lo prepara en el desarrollo de una conciencia cívica, democrática y de amor patrio, sin temor y egoísmo alguno.

En su Ejército, el joven ecuatoriano, encontrará siempre una cama para dormir. Desayuno, almuerzo y merienda para recuperar las energías perdidas durante el agotador entrenamiento militar. Prendas de vestir y uniformes militares para protegerse en las intensas jornadas de preparación. Y sobre todo, encontrará un soldado profesional amigo, un compatriota en uniforme, dispuesto a guiarlo por el sendero de los valores cívicos y patrióticos, que lo transformarán en un ciudadano integro, respetuoso y muy disciplinado.

Es falso que el maltrato al ciudadano que cumple con su servicio militar de honor y tributo a la patria, se produzca al interior de los cuarteles. Si bien es cierto que en décadas pretéritas, las circunstancias del entrenamiento militar influenciado por constantes amenazas de guerra y riesgos bélicos, motivaron a los instructores de esos tiempos a recurrir a la exigencia física exagerada, que rayaba en maltrato intencionado para, dizque, fortalecer a los combatientes y prepararlos para los horrores y rigores de la guerra, mas son cosas del pasado.

La vida militar es totalmente desconocida para la mayoría de los ecuatorianos; sin embargo, padres ecuatorianos, motiven a sus hijos y fomenten su deseo de aprender a conocer, amar, sentir, defender y respetar todo lo que se considera patria. Promuevan a que cumplan con su deber cívico del servicio militar para con su Ecuador. El evitar e interrumpir el cumplimiento de esta honorable y viril responsabilidad patriótica, provocará a que se continúe por el mismo camino del desinterés, apatía y debilidad cívica.


¡Jamás será un año perdido!

domingo, 8 de junio de 2014

Manifiesto E003: Necesidad de revalorizar y vigorizar las fortalezas Ecuatorianas existentes



A mi juicio considero que, desde hace varias décadas, la mayoría de maestros, líderes políticos, élites y gobiernos, responsables del desarrollo y progreso de nuestro país no hicieron el mejor de los esfuerzos para diseñar y desarrollar los planes educativos y curriculares, acordes a los objetivos nacionales ni a las expectativas de los ciudadanos. Soslayaron y dejaron de lado aspectos fundamentales en el fortalecimiento cívico, moral, espiritual y de identidad nacional; monolíticos pedestales, elementos y atributos intangibles que un ser humano, necesita en su formación integral, para generar el desarrollo y bienestar de la sociedad toda.

Para desarrollar una serie de factores y elementos sensibles que los miembros de una sociedad requieren durante su evolución, necesariamente se debe recurrir al contenido histórico - cultural de la patria desde sus orígenes, al conocimiento sobre el potencial natural de su ubicación geográfica y fundamentalmente, sobre la base del fecundo y evidente legado de intelectualidad que, en beneficio de la humanidad, sus hijos habrían generado, a lo largo de la existencia de su conglomerado social.

Es prioritario que los ciudadanos ecuatorianos, en todos los niveles y estratos: niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, pobres y ricos, consideremos positivamente, con un enfoque pragmático y decidido, lo trascendente de la búsqueda, conceptuación, reforzamiento, mantenimiento y difusión de nuestras costumbres, hechos históricos, mitos, leyendas, héroes, símbolos, realidad y cultura, orientados al fortalecimiento de esa gran “armadura cívica - espiritual” de todos los habitantes de la sociedad ecuatoriana. Su identidad nacional.

Disponemos como primordiales instrumentos multiplicadores al sistema educativo nacional, a la familia, a los medios de comunicación social, a las Fuerzas Armadas, a las instituciones públicas y privadas, en sí, a todos aquellos actores que pueden inculcar y arraigar, en el espíritu humano, aquellas categorías y valores cívicos y patrióticos, fundamentales para el desarrollo de una fuerte identidad nacional y espíritu cívico.

Basta de ser pobres de espíritu cívico y patriótico, basta de ir apropiándonos de categorías sociales ajenas, tomando manifestaciones humanas y costumbres foráneas. Debemos y tenemos que demostrar el verdadero y profundo amor a la patria, llegar al sacrifico de ser necesario. Esto hubiese ocurrido si nuestros ancestros, nuestros mayores y, el Estado Ecuatoriano nos hubiese enseñado apasionada y adecuadamente a conocer, valorar y respetar nuestros orígenes, hábitat, recursos que poseemos, a la gente, costumbres, creencias y leyendas, nuestra excepcional historia.

El momento en que sintamos y poseamos este noble sentimiento y maduro valor patriótico, sin egoísmo, más bien con generosidad, empezaremos entonces a fortalecer el aprecio, la difusión y defensa de lo nacional, a trabajar con alegría, estudiar y capacitarnos con responsabilidad, crear e inventar para el bienestar y desarrollo de nuestro Ecuador. Podremos, entusiastamente admirar, valorar y hablar con orgullo y decisión sobre nuestro inigualable país.

Un compatriota con esta fortaleza interior compone, canta y declama permanentemente poemas, cuentos y canciones para su patria; pintará y producirá obras literarias, creará arte. La exaltación de lo nacional, de lo propio, será permanente y gratificante. Este nuevo ciudadano empezará a preferir y a hacer respetar lo suyo, lo que aprendió a conocer, a admirar y, a querer: ¡lo ecuatoriano!

Los adultos, autoridades, padres de familia de hoy, somos los responsables de fortalecer este vital y sublime sentimiento de valor cívico, de verdadero amor a la patria, en niños y jóvenes, para converger en una fuerte identidad nacional. Cuando verdaderamente esto acontezca los ecuatorianos nos sentiremos más fuertes, seguros, orgullosos de lo que somos, de lo que tenemos. De saber de dónde y de quiénes procedemos, impactando sobre el nuevo devenir social, que estará dentro de una atmósfera totalmente distinta a la que ha venido acompañando tradicionalmente a la sociedad ecuatoriana. Esta lograría ser más positiva, altiva, cívica, patriótica, con un espíritu nacional renovado e indomable.

Sabemos que nada en la vida es gratuito ni nada se presenta fácil, sin esfuerzo ni sacrificio; sin embargo, parece que la mayoría de los ecuatorianos nos hemos acostumbrado al facilismo, a no materializar nuestras propias aspiraciones y deseos, tratando de adoptar lo foráneo, mas no a crear y producir con nuestro propio sello y autenticidad ecuatoriana. Tal vez la falta de políticas de Estado, quizás podría ser por carencia de apoyo de la empresa privada ecuatoriana, a lo mejor la poca inversión en investigación y en educación o, nuestros ancestros “no nos enseñaron a pescar” y nos impulsaron en dirección contraria a la praxis productiva, nos orientaron a procesos de adaptación y adopción, sin considerar el potencial de recursos que, de diferente índole y naturaleza, disponíamos y disponemos hasta hoy.

Lo significativo y trascendental de todo pueblo es el conocimiento profundo de su historia, de su ambiente y recursos, de sus ancestros, de sus ideales y objetivos nacionales.

Una de las características de este proceso “constructivo-formativo” de la identidad nacional, está ligada directamente con el notable rol que han venido desempeñado los pedagogos, planificadores educativos, así también los maestros, profesores, docentes, facilitadores de asignaturas como historia, geografía, cívica, música, literatura, arte, periodismo, política, realidad nacional, geopolítica, sociología, en fin, tantas otras disciplinas que promueven el desarrollo de lo que se pretende con el presente trabajo; sin embargo, dicha actividad considero que ha sido ejecutada de manera incompleta, ligera, memorista, poco profunda, cuya incidencia ha sido la más adecuada para el nivel de crecimiento de la identidad nacional ecuatoriana, existente en la actualidad.

Probablemente los historiadores y cronistas de las diferentes época, también son responsables de que la veracidad y autenticidad de sus escritos e imparcialidad con los hechos, acontecimientos y manifestaciones sociales de estas comarcas, hayan sido desarrolladas, para su difusión y enseñanza, de cierta manera que han incidido desfavorablemente para que los valores cívicos e identidad nacional, no se encuentren en un nivel aceptable de arraigamiento y profundidad en la conciencia de la mayoría de los ciudadanos ecuatorianos.

Este comentario no se refiere ni pone en tela de duda la rigurosidad científica con que han sido tratados los diversos acontecimientos históricos nacionales, sino a la forma en cómo se ha difundido, enseñado y socializado dicho conocimiento; de cómo lo han entrelazado y relacionado con los aspectos cívicos, culturales, sociológicos y nacionalistas requeridos.

Como sabemos, el origen de la nacionalidad ecuatoriana se fundamenta desde el aparecimiento de los primeros hombres en el continente Sudamericano y su evolución durante los diferentes periodos prehistóricos e históricos; sin embargo, cobran singular valor los acontecimientos, hechos y fenómenos sociales, realidades geográficas, culturales, religiosas, étnicas, costumbristas, desarrolladas por las comunidades y asentamientos humanos en los territorios de los que hoy constituyen los actuales países de Sudamérica, especialmente del Ecuador, en las épocas reconocidas como el preincaico, incaico o incásico, colonial, independentista y republicana.

Es fundamental que los textos de historia y cívica, los planes y programas curriculares, la escuela, los medios de comunicación social y todos los actores sociales orienten y rescaten el valor e importancia de los orígenes de nuestra sociedad y nacionalidad ecuatoriana para, así, ir desarrollando y fortaleciendo esa tan buscada e inexplicable “coraza o armadura” invisible e invencible, que un ser humano, nacido en este suelo, debe tener y guardar, en lo más profundo de su espíritu, si ésta ha sido bien cimentada y arraigada por el Estado. Verdadera y tenaz identidad nacional y orgullo patrio, que tanta falta le ha hecho y le hacen al pueblo ecuatoriano, para poder intervenir y participar con mayor decisión, con mayor fuerza y sin titubear, en el desarrollo y devenir de nuestro país.

En relación a nuestras fechas cívicas, considero que se debería prestar mayor atención y enfatizar en las diferentes actividades de celebración y festejo de estas fiestas cívicas y patrióticas del país; me atrevería a decir que, algunas celebraciones, ocurren tan sólo por costumbre y tradición, sin mayor guía. El festejo y exaltación de estas trascendentales fechas se los viene realizando con un reducido o tal vez inexistente o débil fervor ciudadano, que no se merecen frente a su valor e importancia cívica y cultural que las enaltece.

Todo niño, adolescente, adulto joven debe desarrollarse dentro de una atmósfera colmada de respeto y amor a su patria, con el conocimiento juicioso, profundo sobre lo que su suelo patrio posee, atmósfera cargada de acontecimientos históricos y de las repercusiones actuales y futuras. Con el conocimiento y valoración de sus costumbres, respeto a sus antepasados indígenas y a tantos otros elementos que participan integralmente en su formación ciudadana.

En décadas pasadas, los niños y los jóvenes teníamos el conocimiento cabal y divertido de nuestro “Lugar Natal” e Historia Ecuatoriana, antes que estar primeramente conociendo, circunstancias y realidades de países y latitudes lejanas que, obviamente los llegamos a adquirir en lo posterior; sin embargo, considero que lo primero es lo nuestro.

Todo aquel bagaje de conocimientos y experiencias cívicas y patrióticas que requiere este ser humano para su formación integral, será para irlo preparando a que sea un profesional sensato, un ciudadano productivo, responsable, que cuando le corresponda, en su momento, ocupar puestos públicos y políticos vaya habilitado para brindar su obligado servicio a la sociedad, representada en los vecinos y miembros de su colectividad; es decir, poseedor de una fuerte y vigorosa identidad nacional y amor patrio.

Es fundamental recordar y mantener presente el significado, fuerza e influencia que posee la simbología o el simbolismo; su poder expresivo ha venido siendo empleado y adoptado por la humanidad desde sus orígenes, con diversos propósitos.

Los símbolos, sean estos gráficos, elementos o manifiestos a manera de palabras subliminales, son representaciones perceptibles, creadas por un grupo humano, un colectivo o asociación, grande o pequeña, a fin de expresar una realidad que desean perpetuar en el tiempo, a fin de generar entre sus miembros, emociones fuertes y de identificación con relación a otros.

La profunda fuerza emotiva que provocan las relaciones simbólicas en una sociedad, genera grandes sentimientos de identificación colectiva y actúa poderosamente en la formación de la estructura psicológica de todos sus miembros e incide en el proceso de formación o deformación de la personalidad de los individuos, cuyas consecuencias a veces, son irreversibles si no son intencional y adecuadamente manejadas y orientadas.

La finalidad, en el caso que nos atañe, es reconocer y valorar la importancia y fuerza de nuestros tres símbolos patrios: la bandera, el escudo y el himno nacional. Símbolos que constituyen la expresión objetiva de la nacionalidad que, en esencia es lo más sagrado que tiene un país, lo que representa e identifica a un pueblo digno y soberano. Estos símbolos son capaces de agitar en el alma de los seres humanos las más conmovedoras acciones de entrega, civismo y heroísmo, en aras del honor nacional.

De vital importancia considero que nuestros niños, en la escuela, en el entorno urbano y en el hogar, reciban el buen ejemplo y orientación sobre el respeto, admiración y amor a la patria; pues, en esta etapa del desarrollo es cuando el ser humano percibe e interioriza, con mayor fuerza, la poderosa influencia recibida; por lo tanto, se tiene que aprovechar esta favorable situación psicológica para desarrollar y arraigar, durante la niñez y adolescencia, los sentimientos para rendir homenaje, tributo, alabanzas, honras y elogios con verdadero júbilo y entusiasmo a la patria, a través de sus símbolos.

Debe volver la ciencia o la asignatura responsable de tratar, estudiar y profundizar el conocimiento y difusión de esta fundamental área educativa y patriótica que, desde hace muchos años, está ausente en nuestra educación escolar nacional.