A mi juicio considero que, desde hace varias
décadas, la mayoría de maestros, líderes políticos, élites y gobiernos,
responsables del desarrollo y progreso de nuestro país no hicieron el mejor de
los esfuerzos para diseñar y desarrollar los planes educativos y curriculares,
acordes a los objetivos nacionales ni a las expectativas de los ciudadanos.
Soslayaron y dejaron de lado aspectos fundamentales en el fortalecimiento
cívico, moral, espiritual y de identidad nacional; monolíticos pedestales, elementos
y atributos intangibles que un ser humano, necesita en su formación integral,
para generar el desarrollo y bienestar de la sociedad toda.
Para desarrollar una serie de factores y elementos sensibles
que los miembros de una sociedad requieren durante su evolución, necesariamente
se debe recurrir al contenido histórico - cultural de la patria desde sus
orígenes, al conocimiento sobre el potencial natural de su ubicación geográfica
y fundamentalmente, sobre la base del fecundo y evidente legado de intelectualidad
que, en beneficio de la humanidad, sus hijos habrían generado, a lo largo de la
existencia de su conglomerado social.
Es prioritario que los ciudadanos ecuatorianos, en
todos los niveles y estratos: niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres,
pobres y ricos, consideremos positivamente, con un enfoque pragmático y
decidido, lo trascendente de la búsqueda, conceptuación,
reforzamiento, mantenimiento y difusión de nuestras costumbres, hechos históricos, mitos, leyendas, héroes,
símbolos, realidad y cultura, orientados al fortalecimiento de esa gran
“armadura cívica - espiritual” de todos los habitantes de la sociedad
ecuatoriana. Su identidad nacional.
Disponemos como primordiales instrumentos
multiplicadores al sistema educativo nacional, a la familia, a los medios de
comunicación social, a las Fuerzas Armadas, a las instituciones públicas y
privadas, en sí, a todos aquellos actores que pueden inculcar y arraigar, en el
espíritu humano, aquellas categorías y valores cívicos y patrióticos,
fundamentales para el desarrollo de una fuerte identidad nacional y espíritu
cívico.
Basta de ser pobres de espíritu cívico y patriótico,
basta de ir apropiándonos de categorías sociales ajenas, tomando manifestaciones
humanas y costumbres foráneas. Debemos y tenemos que demostrar el verdadero y profundo
amor a la patria, llegar al sacrifico de ser necesario. Esto hubiese ocurrido
si nuestros ancestros, nuestros mayores y, el Estado Ecuatoriano nos hubiese
enseñado apasionada y adecuadamente a conocer, valorar y respetar nuestros orígenes,
hábitat, recursos que poseemos, a la gente, costumbres, creencias y leyendas,
nuestra excepcional historia.
El momento
en que sintamos y poseamos este noble sentimiento y maduro valor patriótico,
sin egoísmo, más bien con generosidad, empezaremos entonces a fortalecer el
aprecio, la difusión y defensa de lo nacional, a trabajar con alegría, estudiar
y capacitarnos con responsabilidad, crear e inventar para el bienestar y desarrollo
de nuestro Ecuador. Podremos, entusiastamente admirar, valorar y hablar con
orgullo y decisión sobre nuestro inigualable país.
Un compatriota
con esta fortaleza interior compone, canta y declama permanentemente poemas,
cuentos y canciones para su patria; pintará y producirá obras literarias,
creará arte. La exaltación de lo nacional, de lo propio, será permanente y
gratificante. Este nuevo ciudadano empezará a preferir y a hacer respetar lo
suyo, lo que aprendió a conocer, a admirar y, a querer: ¡lo ecuatoriano!
Los adultos,
autoridades, padres de familia de hoy, somos los responsables de fortalecer
este vital y sublime sentimiento de valor cívico, de verdadero amor a la
patria, en niños y jóvenes, para converger en una fuerte identidad nacional.
Cuando verdaderamente esto acontezca los ecuatorianos nos sentiremos más
fuertes, seguros, orgullosos de lo que somos, de lo que tenemos. De saber de
dónde y de quiénes procedemos, impactando sobre el nuevo devenir social, que estará
dentro de una atmósfera totalmente distinta a la que ha venido acompañando
tradicionalmente a la sociedad ecuatoriana. Esta lograría ser más positiva,
altiva, cívica, patriótica, con un espíritu nacional renovado e indomable.
Sabemos que
nada en la vida es gratuito ni nada se presenta fácil, sin esfuerzo ni
sacrificio; sin embargo, parece que la mayoría de los ecuatorianos nos hemos
acostumbrado al facilismo, a no materializar nuestras propias aspiraciones y deseos,
tratando de adoptar lo foráneo, mas no a crear y producir con nuestro propio
sello y autenticidad ecuatoriana. Tal vez la falta de políticas de Estado,
quizás podría ser por carencia de apoyo de la empresa privada ecuatoriana, a lo
mejor la poca inversión en investigación y en educación o, nuestros ancestros
“no nos enseñaron a pescar” y nos impulsaron en dirección contraria a la praxis
productiva, nos orientaron a procesos de adaptación y adopción, sin considerar
el potencial de recursos que, de diferente índole y naturaleza, disponíamos y
disponemos hasta hoy.
Lo significativo
y trascendental de todo pueblo es el conocimiento profundo de su historia, de
su ambiente y recursos, de sus ancestros, de sus ideales y objetivos
nacionales.
Una de las
características de este proceso “constructivo-formativo” de la identidad
nacional, está ligada directamente con el notable rol que han venido desempeñado
los pedagogos, planificadores educativos, así también los maestros, profesores,
docentes, facilitadores de asignaturas como historia, geografía, cívica,
música, literatura, arte, periodismo, política, realidad nacional, geopolítica,
sociología, en fin, tantas otras disciplinas que promueven el desarrollo de lo
que se pretende con el presente trabajo; sin embargo, dicha actividad considero
que ha sido ejecutada de manera incompleta, ligera, memorista, poco profunda,
cuya incidencia ha sido la más adecuada para el nivel de crecimiento de la
identidad nacional ecuatoriana, existente en la actualidad.
Probablemente
los historiadores y cronistas de las diferentes época, también son responsables
de que la veracidad y autenticidad de sus escritos e imparcialidad con los
hechos, acontecimientos y manifestaciones sociales de estas comarcas, hayan
sido desarrolladas, para su difusión y enseñanza, de cierta manera que han incidido
desfavorablemente para que los valores cívicos e identidad nacional, no se
encuentren en un nivel aceptable de arraigamiento y profundidad en la
conciencia de la mayoría de los ciudadanos ecuatorianos.
Este comentario
no se refiere ni pone en tela de duda la rigurosidad científica con que han
sido tratados los diversos acontecimientos históricos nacionales, sino a la
forma en cómo se ha difundido, enseñado y socializado dicho conocimiento; de
cómo lo han entrelazado y relacionado con los aspectos cívicos, culturales,
sociológicos y nacionalistas requeridos.
Como sabemos, el origen de la nacionalidad ecuatoriana se
fundamenta desde el aparecimiento de los primeros hombres en el continente Sudamericano
y su evolución durante los diferentes periodos prehistóricos e históricos; sin
embargo, cobran singular valor los acontecimientos, hechos y fenómenos sociales,
realidades geográficas, culturales, religiosas, étnicas, costumbristas,
desarrolladas por las comunidades y asentamientos humanos en los territorios de
los que hoy constituyen los actuales países de Sudamérica, especialmente del
Ecuador, en las épocas reconocidas como el preincaico, incaico o incásico,
colonial, independentista y republicana.
Es fundamental que los textos de historia y cívica, los
planes y programas curriculares, la escuela, los medios de comunicación social
y todos los actores sociales orienten y rescaten el valor e importancia de los
orígenes de nuestra sociedad y nacionalidad ecuatoriana para, así, ir desarrollando
y fortaleciendo esa tan buscada e inexplicable “coraza o armadura” invisible e
invencible, que un ser humano, nacido en este suelo, debe tener y guardar, en
lo más profundo de su espíritu, si ésta ha sido bien cimentada y arraigada por
el Estado. Verdadera y tenaz identidad nacional y orgullo patrio, que tanta
falta le ha hecho y le hacen al pueblo ecuatoriano, para poder intervenir y
participar con mayor decisión, con mayor fuerza y sin titubear, en el
desarrollo y devenir de nuestro país.
En relación a nuestras fechas cívicas, considero que se
debería prestar mayor atención y enfatizar en las diferentes actividades de
celebración y festejo de estas fiestas cívicas y patrióticas del país; me
atrevería a decir que, algunas celebraciones, ocurren tan sólo por costumbre y
tradición, sin mayor guía. El festejo y exaltación de estas trascendentales
fechas se los viene realizando con un reducido o tal vez inexistente o débil
fervor ciudadano, que no se merecen frente a su valor e importancia cívica y
cultural que las enaltece.
Todo niño, adolescente, adulto joven debe desarrollarse
dentro de una atmósfera colmada de respeto y amor a su patria, con el
conocimiento juicioso, profundo sobre lo que su suelo patrio posee, atmósfera cargada
de acontecimientos históricos y de las repercusiones actuales y futuras. Con el
conocimiento y valoración de sus costumbres, respeto a sus antepasados
indígenas y a tantos otros elementos que participan integralmente en su
formación ciudadana.
En décadas pasadas, los niños y los jóvenes teníamos el
conocimiento cabal y divertido de nuestro “Lugar Natal” e Historia Ecuatoriana,
antes que estar primeramente conociendo, circunstancias y realidades de países
y latitudes lejanas que, obviamente los llegamos a adquirir en lo posterior;
sin embargo, considero que lo primero es lo nuestro.
Todo aquel bagaje de conocimientos y experiencias cívicas
y patrióticas que requiere este ser humano para su formación integral, será
para irlo preparando a que sea un profesional sensato, un ciudadano productivo,
responsable, que cuando le corresponda, en su momento, ocupar puestos públicos
y políticos vaya habilitado para brindar su obligado servicio a la sociedad,
representada en los vecinos y miembros de su colectividad; es decir, poseedor
de una fuerte y vigorosa identidad nacional y amor patrio.
Es fundamental recordar y mantener presente el
significado, fuerza e influencia que posee la simbología o el simbolismo; su
poder expresivo ha venido siendo empleado y adoptado por la humanidad desde sus
orígenes, con diversos propósitos.
Los símbolos, sean estos gráficos, elementos o
manifiestos a manera de palabras subliminales, son representaciones
perceptibles, creadas por un grupo humano, un colectivo o asociación, grande o
pequeña, a fin de expresar una realidad que desean perpetuar en el tiempo, a
fin de generar entre sus miembros, emociones fuertes y de identificación con
relación a otros.
La profunda fuerza emotiva que provocan las relaciones
simbólicas en una sociedad, genera grandes sentimientos de identificación
colectiva y actúa poderosamente en la formación de la estructura psicológica de
todos sus miembros e incide en el proceso de formación o deformación de la
personalidad de los individuos, cuyas consecuencias a veces, son irreversibles
si no son intencional y adecuadamente manejadas y orientadas.
La finalidad, en el caso que nos atañe, es reconocer y
valorar la importancia y fuerza de nuestros tres símbolos patrios: la bandera,
el escudo y el himno nacional. Símbolos que constituyen la expresión objetiva
de la nacionalidad que, en esencia es lo más sagrado que tiene un país, lo que
representa e identifica a un pueblo digno y soberano. Estos símbolos son
capaces de agitar en el alma de los seres humanos las más conmovedoras acciones
de entrega, civismo y heroísmo, en aras del honor nacional.
De vital importancia considero que nuestros niños, en la
escuela, en el entorno urbano y en el hogar, reciban el buen ejemplo y
orientación sobre el respeto, admiración y amor a la patria; pues, en esta
etapa del desarrollo es cuando el ser humano percibe e interioriza, con mayor
fuerza, la poderosa influencia recibida; por lo tanto, se tiene que aprovechar
esta favorable situación psicológica para desarrollar y arraigar, durante la
niñez y adolescencia, los sentimientos para rendir homenaje, tributo,
alabanzas, honras y elogios con verdadero júbilo y entusiasmo a la patria, a
través de sus símbolos.
Debe volver la ciencia o la asignatura responsable de
tratar, estudiar y profundizar el conocimiento y difusión de esta fundamental
área educativa y patriótica que, desde hace muchos años, está ausente en
nuestra educación escolar nacional.
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