4. UN INNEGABLE HONOR NUNCA CONSOLIDADO
Grandes
descubrimientos como el del imponente “río de ríos”, el Amazonas y todo su
extenso y rico entorno selvático del “País del Dorado y la Canela”, que es o,
mejor dicho, fuera orgullo de Quito y para la humanidad toda, por todo el
esfuerzo de planificación, logístico y operativo que significó esa magna
empresa de conquista para las gentes, de la entonces Audiencia de Quito.
No sólo había que
contentarse y conformarse con el hecho histórico del descubrimiento del
caudaloso e imponente río Amazonas. El no haber sustentado el descubrimiento y
posterior colonización, con la presencia humana, civilizadora y política, ha
permitido que nuestro país pierda su soberanía y derecho de posesión sobre esos
inmensos territorios amazónicos.
Esa fase de
colonización de aquellos bastos y ricos territorios no ocurrió ni se desarrolló
de una manera halagadora y, ahora los ecuatorianos nos lamentamos por tan
gruesas y continuas deficiencias y desacertadas decisiones, de políticos y líderes
nacionales, quienes se ocuparon primeramente de situaciones egoístas,
minúsculas, gregarias e intrascendentes, antes que de los intereses sagrados de
la patria y nación ecuatorianas.
Sin embargo, aquel
magno acontecimiento para la patria y para el mundo fue obra del tenaz espíritu
aventurero español y de la fortaleza, aguerrida e indomable estirpe quiteña.
Loor a los hijos de esta suelo patrio.
5. TALENTO ANCESTRAL MANIFIESTO CON ORGULLO
Y TESÓN EN EL ARTE COLONIAL
Al referirse a
otro campo de aquel copioso período nacional, el del talento humano; como dejar
de sentirse orgulloso al constatar de cómo las artes plásticas: pintura,
escultura, arquitectura; la música, literatura, la ciencia, la cultura, el
pensamiento, el comportamiento humano, se desarrollaron durante la colonia, en
esta parte del continente americano; sin embargo, los ecuatorianos de hoy no le
hemos prestado la debida atención a las enseñanzas, a la fecunda y variada
producción cultural que en esta época se generó, para orgullo y provecho nuestro,
como para la humanidad toda.
Para sentirse
verdaderamente orgulloso de lo que se posee, conserva y se admira, referente al
campo artístico, es menester mencionar a la famosa “Escuela de Arte Quiteño”,
que fue mezcla de técnica clásica europea con aporte de lo criollo, de lo
indígena, para servicio del ideal religioso.
Quito, fue la cuna
de la expansión artística colonial del continente sudamericano; con todos
aquellos talentosos “naturales”, con habilidades innatas, de sutiles y
sensibles espíritus que la conformaron y la hicieron brillar por siglos, hasta
la actualidad, por lo impecable y sobriedad del arte plasmado en el lienzo, en
la noble madera, en la fría y dura roca, que perduran en piezas de arquitectura
en conventos, atrios, fachadas de templos e iglesias, en solemnes sepulturas y
otros tantos edificios coloniales. Orgullo quiteño y ecuatoriano.
Piezas de
escultura religiosa, concebidas en los talleres del legendario Colegio de San
Andrés. Institución encargada de enseñar artes y todos los géneros de oficios,
a los indios y mestizos de la colonia en estas comarcas. Época que produjo
grandes artistas canteros, escultores y talladores en madera, que produjeron
verdaderas joyas de arte en imágenes de Cristo, Vírgenes y Santos, retablos,
altares, atriles, púlpitos, puertas labradas y miles de muebles en madera
tallada para el abusivo y desconsiderado clero de la época, así también para
nobles y acaudaladas familias.
La producción
pictórica del arte colonial quiteño tuvo su esplendor, con Miguel de Santiago
en primer plano, Bernardo de Legarda, Luís de Ribera,
Pedro Bedón, Nicolás Javier Goríbar y Martínez y otros
extraordinarios artistas, brillaron con sobra de merecimientos y calidad de sus
fabulosos cuadros y telas, en aquella difícil e injusta época. Los museos, templos y conventos quiteños y de
otras latitudes exhiben airosos sus maestras muestras coloniales, dignas de los
hijos de este pueblo.
Se ha evidenciado que solo Miguel de Santiago,
con su magnífica producción de reconocidas obras, supera a todos los pintores
del resto de América del Sur, de aquel generoso periodo del arte quiteño.
El talento nativo,
en la escultura colonial de la Presidencia de Quito, está encabezado por el
“príncipe de la escultura colonial quiteña” Manuel Chili, apodado “Caspicara”,
conjuntamente con José Olmos, más conocido como “Pampite”, José Díaz, Diego
Rodríguez, Antonio Lorenzo, Francisco Machacoay, Jorge de la Cruz y su hijo
Francisco Morocho, distinguidos y refinados artistas quiteños que dieron
brillo, color y vida a templos, monasterios, conventos, iglesias y casonas
particulares de la época, con sus impresionantes y eternas figuras y obras.
Hasta hoy admiradas e inigualables esculturas.
Todo este
magnífico e insigne esfuerzo humano colonial quiteño es evidenciado, para
orgullo y deleite de coterráneos y turistas de diversos países que llegan a
conocer al gran “país de la mitad del mundo en América”, en sus actuales
museos, templos e iglesias del centro colonial de Quito: San Francisco, la
Catedral, la Merced, Santo Domingo, San Agustín, la Compañía, entre otros, a
los que, no muchos ecuatorianos, visitan ni admiran, por la poca educación y
cultura en arte religioso y colonial que se ha inculcado. Otra, lastimosamente,
gran falla del sistema educativo nacional, al no fomentar el interés y apego al
arte, en los ciudadanos.
Impresionante interior de la Iglesia
de la Compañía (Quito)
Todo buen
ciudadano ecuatoriano debe conocer, apreciar, difundir, defender y sentirse muy
orgulloso de aquel legado artístico y patrimonio cultural de nuestro país.
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