Iniciaré refiriéndome a
varios factores, situaciones y particularidades específicas que, a mi juicio,
han incidido directamente sobre la identidad nacional ecuatoriana, evitado que alcance
niveles de crecimiento y evolución fuertes y necesarios.
En cierta manera, estos
aspectos no han generado la oportunidad o no han permitido establecer el esencial
ambiente favorable para que se alcance el fortalecimiento espiritual y cívico
del ciudadano ecuatoriano. No han proporcionado la seguridad ni aquel
sentimiento vital de identidad y pertenencia con este terruño para que, éste
ser social, luche por el engrandecimiento, por el desarrollo, por hacer que
ésta, su venerada patria sobresalga, como hubiésemos querido, no solo a nivel doméstico
sino a nivel internacional. Esto será susceptible de alcanzar, si todos los
habitantes y miembros de la sociedad ecuatoriana nos propongamos y comprometamos
entusiastamente con el logro de tan trascendental objetivo.
Una gran parte de
conciudadanos ecuatorianos no están lo suficientemente motivados ni dispuestos,
para generar decididamente el progreso y desarrollo de nuestro país, porque
infelizmente no han aprendido aún, a conocer íntegramente a su patria y todo su
maravilloso potencial y recursos de toda índole, que la conforma, para así
poder sentir ese ardiente y motivador amor patrio. No conocen, no sienten ni aprecian
lo suficiente lo prodigioso y fértil que es su terruño, como para poder ofrecer
su entrega total, en beneficio de su muy generoso Ecuador.
Desde el ámbito
antropológico sí, todos los ecuatorianos de hoy nos identificásemos un poco más
con nuestros orígenes, con los pueblos de la Época Preincaica que habitaron y
se desarrollaron en los territorios del actual Ecuador, con su cultura y
circunstancia, la situación de identidad nacional sería diferente, se vería
mayormente fortalecida. Entre los más importantes y representativos grupos
ancestrales se los puede mencionar a los altivos e indomables Shyris, Puruhaes,
Manteños, Huancavilcas, Cañaris, Caránquis, Pastos, Quitus; además de
importantes y legendarios pueblos y comunidades amazónicas como: la Huaorani,
Kichwa, Cofán, Shuar, Quijos, entre otras. En función al gran valor étnico,
cultural y humano que se reconocería en ellos y que ha trascendido hasta la
actualidad; sin embargo, que han sobrevivido a una época cruel, inhumana y sanguinaria
como la colonial.
Se podría manifestar que no
se ha hecho lo necesario como para que los ecuatorianos nos sintamos verdaderos
descendientes de estos bravos, altivos y tenaces nativos, paradigmas de la
nacionalidad ecuatoriana. Por el contrario, cualquier relación con estas
culturas ancestrales se la considera como algo ridículo, despreciable y ajeno.
Hay que ser profundo y generoso para reconocer y evolucionar.
Para el ecuatoriano, en su
gran mayoría, el que se lo compare o se lo tilde de indio, es atroz e
indignante insulto. Evidencia de una profunda falta de identidad nacional, reforzada
por una planificación carente de pragmatismo, por la ausencia de metodologías y
contenidos académicos y didácticos más auténticos en la escolaridad nacional.
Es el desconocimiento sobre la cosmovisión y cosmogonía de estos grandes
pueblos y confederaciones indígenas que habitaron estas comarcas, hasta no hace
poco. Mas, todavía existen, aunque pocos, reductos de esta noble y altiva
gente, olvidada y maltratada, en espera de que se la rescate y valore en la
justa dimensión que históricamente les corresponde.
Ya es hora de que se tome
conciencia de la importancia, valor e influencia, de este aspecto humano,
antropológico, en la conformación de la nacionalidad ecuatoriana y por ende de nuestra
identidad nacional.
1.
NUESTROS
ANCESTROS COSTEÑOS
Todos los ecuatorianos
tenemos la obligación moral y cívica de conocer, profundizar el estudio,
difundir y mantener presente la existencia y trascendencia de nuestros pueblos
aborígenes costeños. De aquellos Valdivia, Machalilla, Chorrera, Manteños y
Huancavilcas, intrépidos y valerosos navegantes que dominaron las profundas y
peligrosas aguas oceánicas y recorrieron las extensas costas occidentales del
hoy continente americano; sobre sus ingeniosas balsas marítimas, guiados por
conocimientos de avanzadas técnicas de navegación, tiempo y astronomía,
demostrando en aquel momento histórico en que, repentinamente se encontraron,
el primer español navegante por estas desconocidas latitudes en 1526, Bartolomé
Ruiz, con la milenaria e intrépida balsa del Pueblo Manteño, quedando
evidenciado que, los aborígenes costeños del Reino de Quito conquistaron y
expandieron su comercio y actividades socioculturales precolombinas por la “Mar
del Sur”, durante siglos.
Ningún otro pueblo aborigen
del continente, en las costas del Pacifico, existió y exploró la soberanía
marítima, en épocas pretéritas como lo hicieron nuestros dinámicos y
aventureros ancestros y que nos legaron generosos y altivos para que la
conservemos, nos sintamos muy orgullosos y sigamos sus valientes y atrevidos
pasos. Situación que lamentablemente no ha progresado y no hemos podido cumplir
ni mantener dicho histórico legado.