“Los hombres de guerra pensamos
permanentemente en ella, porque apasionadamente amamos la paz”
RAES
La humanidad desde sus orígenes ha permanecido en
constante incertidumbre e inseguridad por diferentes causas de orden político,
social, religioso, económico que han puesto en peligro su propia supervivencia.
Situaciones que han dado origen a conflagraciones bélicas, combates y guerras
de distinta magnitud y naturaleza, sobre toda la faz de la tierra y a lo largo
de toda su existencia, hasta nuestros días.
Uno de los actos sociales y netamente humano que mayor
atención, investigación, empleo, dedicación y vigencia ha tenido en la sociedad
humana es: “la guerra”. Hordas, clanes, confederaciones, imperios, reinos,
ciudades - Estado, países, bloques de naciones y otros tipos de organizaciones
estatales se han visto obligados a crear estamentos armados para poderse
procurar una relativa seguridad y defensa, que garanticen su existencia en un
determinado momento histórico.
Como olvidar a los primitivos y numerosos grupos de
guerreros armados con rudimentarias armas y sencillo equipo protector
confeccionado de cuero y pieles para defenderse de las armas enemigas, que se
lanzaban furiosos al combate cuerpo a cuerpo contra su adversario.
Los persas con Ciro y Darío y, los macedonios con
Alejandro Magno fueron imperios que consideraron, cada quien, en su momento
histórico, a sus ejércitos como la base fundamental de su poder militar.
Del imponente y poderoso imperio Romano, evocar a las
feroces “LEGIONES ROMANAS” es rendir culto a los hombres de la guerra,
herederos de la mística, disciplina, temperamento e indomable espíritu guerrero
que perdura hasta nuestros días, en los soldados y hombres pertenecientes a
esta legendaria e importante organización armada, de toda nación de la
actualidad.
En la Edad Media, en la época denominada “bárbara”, los
ejércitos permitieron cumplir con éxito, los objetivos de una batalla o una
guerra, tanto de los pueblos bárbaros y posteriormente, de los imperios en el
“período feudal”, en el que aflora un nuevo tipo de guerrero, más bravo, con
mejores conocimientos sobre el arte de la guerra en el campo de batalla, como
se recuerda en las conquista de Carlomagno o en la Guerra de los Cien Años
entre Inglaterra y Francia o en la caída de Constantinopla a manos de los
turcos; en fin, el soldado viene siendo el baluarte y principal actor en la
vida de esos pueblos, en aquellos tiempos.
El cristianismo y el fanatismo religioso incidió
directamente sobre el soldado de aquella época, así se evidencia en las guerras
de la Cruzadas con las órdenes de los Templarios y los Hospitalarios
consagrados a la defensa de la fe, convirtiéndose en unos verdaderos monjes –
soldados.
No podemos soslayar a los imperios, reinos, sultanatos y
pueblos asiáticos como el Mongol, Chino, japonés, hindúes, africanos, árabes
que, durante su existencia, sus conquistas y guerras las basaron en función de
poderosos ejércitos, vitales para la supervivencia de sus pueblos.
En la Primera y Segunda guerras mundiales y en las
diferentes guerras de la post guerra (en Vietnam, Corea, África, Medio Oriente)
es inevitable la presencia masiva del soldado, en los tres escenarios
(terrestre, marítimo y aéreo), con la evolución necesaria de la ciencia y
tecnología al servicio de la guerra.
Remontándonos a la época de nuestro Reino de Quito,
sobresalen verdaderos guerreros que defendieron, con valentía y bravura su
territorio, cultura, religión, costumbres, su libertad, que más tarde serían la
base de nuestra nacionalidad ecuatoriana. Recordar a Cacha, Hualcopo, Pintag,
Atahualpa, Rumiñahui, Quisquís, Calicuchima, Epiclachima, valerosos guerreros
de nuestra historia, es evocar lo más sublime de un soldado: el indomable y
audaz espíritu guerrero de un Shyri rebelde y altivo.
Desde la época prehispánica, con nuestros aborígenes
Manteños y Huancavilcas, más tarde con la existencia de los famosos astilleros
navales de la entonces Real Audiencia de Quito, en los cuales
se construían las vitales y necesarias embarcaciones para la guerra naval y
para el comercio marítimo de la época, son aspectos que evidencian
nuestra legendaria tradición marinera.
La República del Ecuador, durante los agitados, furiosos
y vibrantes años de la independencia y posteriormente, en los borrascosos e
inestables periodos republicanos, sintió la necesidad de organizar y establecer
una institución armada moderna y profesional. Juan José Flores se podría decir
que fue el creador del “Ejercito del Sur”, en Tarqui, origen de nuestro
glorioso Ejercito Ecuatoriano. Posteriormente, ya en la era republicana, se
organizarían la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea Ecuatoriana.
¿Qué es la profesión militar? Definamos primero lo que es
una “profesión” en el nivel más elemental; pues una profesión es “el empleo,
facultad u oficio que alguien ejerce y por el cual percibe una retribución”.
En tal virtud, al referirme a la profesión Militar, deseo
visualizar cual es el perfil de este especial ciudadano en uniforme, de este
ciudadano militar, muchas de la veces incomprendido, depositario de los más
excelsos valores cívicos y patrióticos, de las más nobles virtudes y
características especiales, en el campo humano, en el social, axiológico,
psicológico y militar.
Este noble profesional de las armas ecuatorianas,
motivado tan solo por su imperiosa convicción de defender la libertad y
profesar su inmenso amor a la patria, en un momento trascendental de su
existencia, define y resuelve voluntariamente, expresar su VOCACIÓN de
sacrificio, de renunciación, de hidalguía, de soberbio patriotismo, decidiendo
con firmeza abrazar la profesión militar, y hacerse acreedor al honor que la
patria, a través de la milicia, entrega a sus generosos hijos, para que se
hagan acreedores a un cúmulo de prebendas, beneficios y privilegios.
El principal privilegio de un profesional militar es el
de recibir un arma para emplearla en la defensa de la nación y de la patria
toda e inclusive ofrendar generoso su propia existencia, por ver a su patria
amada, grande, libre y soberana.
Otro de los privilegios es el de recorrer las fronteras
patrias, sea por tierra, mar o aire, disfrutar las maravillosas y únicas
regiones naturales que dispone este singular país de la mitad del mundo, en
América, con sus activos, altos y nevados volcanes, de nuestra serranía en la
grandiosa “Avenida de los volcanes”, de una selva virgen, multicolor y
misteriosa, de playas calientes y mágicas y la mítica Galápagos con todos sus
encantos; el privilegio que solo un militar dispone al tomar permanentemente
contacto con la naturaleza y valorar y admirar su inigualable belleza e
importancia vital.
El privilegio de compartir con todos nuestros
compatriotas, de todos los estratos sociales (sean indios, negros, blancos o
mestizos, pobres y ricos, hombres y mujeres), a lo largo y ancho de patria; de
conocer y disfrutar la multiplicidad y colorido de costumbres, cultura,
gastronomía y grandiosidad de pueblos, ciudades y provincias de la patria.
El privilegio de educar, orientar y formar a miles y
miles de jóvenes ecuatorianos, quienes confían en el profesionalismo de sus
soldados e ingresan anualmente a cumplir con honor, el servicio militar.
El privilegio de representar a nuestro querido Ecuador,
con gallardía y bravura en eventos y contiendas militares y exigencias
internacionales, en cualquier parte del mundo.
El privilegio de disponer de medios y recursos de la
patria para constituirse en un ser humano realizado, digno, preparado,
instruido y competente para brindar un servicio profesional a la sociedad
ecuatoriana.
El privilegio de pertenecer a una institución digna,
noble y respetable, que goza de la aceptación de sus compatriotas con más del
70 %, en la actualidad.
El militar ecuatoriano tiene el privilegio de
acudir presuroso, en auxilio y socorro y brindar su mano amiga, solidaria, en
situaciones apremiantes en que nuestros conciudadanos así lo exijan durante un
desastre natural, como en inundaciones, erupciones volcánicas, terremotos o
desastres provocados por el ser humano o simplemente apoyando al desarrollo
nacional.
Se tiene el privilegio de portar el glorioso
uniforme militar de la patria, únicamente comprendido, en su esencia, por aquel
ser humano especial que guarda en lo más profundo de su espíritu el significado
de lo que es y constituye ser soldado ecuatoriano.
En si, todos estos y muchos otros nobles
privilegios tienen la suerte de disfrutar quienes orgullosamente pertenecemos a
las FF.AA. ecuatorianas.
Los profesionales militares ecuatorianos
llegamos al nivel de dignificarnos diariamente como seres nobles y generosos,
comprometidos voluntariamente con la patria; nuestro accionar se caracteriza
por ser una manifestación de civismo y verdadero amor a la patria, cumpliendo
nuestra sagrada misión sin emitir una sola expresión de desaliento ni cobardía,
al contrario con todo el apresto y fervor patrio, con férrea disciplina, con
decisión y arrojo; sin egoísmo ni temor ni miedo alguno.
La profesión militar con su rígida
disciplina, con su altísima devoción a la Patria; exigente preparación
intelectual, física y psicológica; elevado sentimiento de estoicismo para que
sus miembros puedan soportar el dolor y sacrificio, posean competencias de
aplicación social y humana,
conozcan tácticas, técnicas, destrezas y principios militares, luchen
permanentemente, con pasión, por defender lo que es suyo: la Patria, la
libertad e integridad del suelo ancestral, e ahí la esencia misma del actual
militar ecuatoriano.
Esta noble e incomprendida profesión hace de sus
miembros, ciudadanos con altos sentimientos cívicos y patrióticos que, a lo
largo de la historia han puesto de manifiesto al servicio de la sociedad
ecuatoriana. Hombres ilustres y soldados valientes han salido de sus filas para
honrar a la patria.
La batalla de Pichincha, la de Tarqui, la defensa
gloriosa en 1941, en la cordillera del Cóndor en 1981 y, últimamente en el Alto
Cenepa en 1995, evidencian la grandeza, importancia, valor y heroísmo de los
soldados profesionales de las gloriosas Fuerzas Armadas Ecuatorianas, de los
indomables y aguerridos soldados de tierra, mar y aire, para honor y orgullo
personal, institucional y de la Patria.
El profesional militar de las Fuerzas
Armadas Ecuatorianas es heredero de toda aquella grandeza y gloria que nuestros
legendarios ancestros, a través de siglos de historia, sin importarles la
rudeza del combate sangriento ni el temible adversario ni las letales armas
sino el cumplimiento de su sagrada misión, bajo el insigne lema de: “PRIMERO LA
PATRIA”, generosamente nos lo han legado.
Es deseo ferviente de que esa ávida sinergia
institucional e interrelación profesional siga siendo altamente positiva,
provechosa, en el sentido de que todos los miembros de las FF. AA., somos ecuatorianos, somos
patriotas y la patria nos ha brindado la oportunidad y privilegio de pertenecer
y formar parte de su digna existencia.
La historia de la patria es la génesis del más acendrado
espíritu cívico y patriótico de un ciudadano. Mientras que la profesión militar
lo es de seres humanos nobles, dignos y generosos.
Loor a los bravos militares profesionales
ecuatorianos, de tierra, mar y aire. Es gratificante recordar, felicitar y
agradecer su brillante y excepcional presencia en la vida institucional y de la
Patria toda.
Miserable aquel que viste el insigne uniforme militar
y no se sienta orgulloso de su profesión. Traicione su sagrado juramento a la
patria de defenderla y hacerla brillar con honor.
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